Ara Ferrero
5 min readOct 7, 2024

X-Men: Cisma. La sombra de la chica del hijab

Señor Aaron, creo que deberíamos hablar.

Es sobradamente conocida mi conexión con la Nueva Mutante Sooraya Qadir, Arena. Por varias razones, entre las que se encuentra, precisamente, el orientalismo que la rodea. Sooraya es una creación directa post 11S, por parte de Grant Morrison. Su apariencia misma es un souvenir del Paisaje Islam, para quienes una chica afgana puede ir por la vida con una abaya típica de Yemen o del Golfo Pérsico. Afganistán, Irán, Arabia… Qué más da si nos entendemos. Arena tiene uno de los poderes más molones del mundo: transformarse en arena _guiño guiño, arena, desierto, algo que ni se parece a las montañas afganas, Paisaje Islam de nuevo_. Sin embargo, primer matiz, lo estrena matando gente (unos traficantes de seres humanos que asaltan el campo de refugiados donde vive e intentan violarla). Morrison no trata de quedar bien: trata al personaje en consonancia con el tono que tiene su etapa.

La cosa es que todo en Sooraya, su prudencia, su timidez, su amor por el estudio grita #Musultropos y, sin embargo, para mí ese es el mayor de sus valores: aunque no se supere el retrato del Otro, alguien quiere hacer presente a ese Otro en un momento donde nadie querría hacerlo.

Y que a ver quién no goza esta portada, también.

Portada del número #133 de los New X-Men: los ojos de Sooraya en el medio, rodeados del negro de su hijab y su niqab.

No todas las intervenciones de Arena han sido impecables, pero en general Sooraya ha tenido aproximaciones interesantes. A mí me gusta mucho la de Christina Weir y Nunzio de Phillips, mayormente porque, igual que Morrison en su momento, no rehuyen el conflicto. Asumen que Arena es La Extraña , que ya tiene narices en un mundo de adolescentes con alas, dorados, azules o electrificadas y bien está porque así la perciben las lectoras. Noriko, su primera compañera de cuarto, no entiende ni acepta su religión ni su cultura. Su relación es interesante porque ambas tienen que convivir con la islamofobia interiorizada y decidir, tebeo a tebeo, cómo superarla. Algo que no les pasa a otros jóvenes mutantes, pero sí a la mayoría de lectores: queramos reconocerlo o no, una superheroína niqabi en 2002 estaba entre lo más perturbador que ha pisado la escuela.

Después llegó Cisma.

Me gusta mucho Cisma. Me fascina la habilidad de Jason Aaron para el diálogo, su apuesta por las emociones, su capacidad para poner en ridículo a cualquier tótem y recordarnos que, por mucho líder que seas, también puedes ser un completo gilipollas.

Lobezno y Cíclope están discutiendo fuerte. Las viñetas se estrechan sobre sus caras fruncidas. Cíclope dice “¿Sabes? Ella nunca te quiso. Siempre le dabas miedo”. Logan responde “Y si estuviera ahora aquí, ¿quién le daría más miedo?”.

Estamos en 2011. Han pasado diez años del 11-S y nueve del nacimiento de Arena. Aún hay tropas estadounidenses en Irak y Afganistán. En el papel, la Patrulla X se enfrenta a un montón de dignatarios mezquinos y corruptos. Y el más mezquino de todos, casualmente, es cla-va-di-to al presidente iraní de entonces, Mahmud Ahmadineyad, de quien copia frases enteras, la chaqueta y la barba. El planeta entero se ha armado con Centinelas de segunda mano. Miles de mutantes (esos que Mahmud dice que no hay en su país) van a morir. Cíclope y Logan están a un paso de liarse a hostias secas en una grapa mítica que es la que recordamos todes.

En medio de un ataque centinela global, con lo que queda de Utopía (y de la propia familia mutante) desmoronándose, Aaron se toma su tiempo para enseñarnos todo esto:

Qué chapuzas y qué feos son

Va a ser en Irán/Irak/Musulmania donde los Centinelas van a enterarse de lo que vale un peine porque esos centinelas son una chapuza y ellos son FEOS. Y van vestidos todos iguales. Menos mal que llegan Pícara y Kitty Pride a salvarles, aunque no se lo merezcan, porque Mahmud no quiere que le salven mujeres para humillarle (sic). Jason Aaron sirve la justicia poética de manos de Kitty, judía ashkenazi. PIM, Mahmud, en tu cara.

Y mientras, en Utopía, se está liando. Lobezno se niega a organizar una cruzada de los niños. Cíclope, aislado de todo y de todos, quiere resistir, a costa también de todo y de todos. Un salvaje contra un tirano. ¿Merecen les chiquilles de la escuela morir por nada? ¿Pueden elegir?

¿La veis?

¿La han visto? ¿Ahí al fondo, camuflada? Así le sucede página tras página en los cinco números que dura la serie. Arena aparece, como sus compañeres, para ser literalmente escondida en las viñetas. Sí, pasa por ahí. Nunca llega a decir una palabra. Está ahí como un contrafuerte. Un parapeto mal puesto contra cualquier ceja que la caricatura iraní pudiera levantar. Y en ese último número Aaron no tiene ni la ocurrencia de dejarla pegarse al final. Aaron decidió, en medio de una narración global, poner el foco en una batalla en Musulmania. Pero el único personaje musulmán que tenía a mano estaba escondido al fondo mientras Pícara revoloteaba por Teherán.

¿Por qué?

¿Por qué a Mahmud no le humilló Sooraya personalmente? ¿Desconocía el guionista el material? ¿No le importaba? Más aún, esa no-presencia de Arena, ¿la forzó Carlos Pacheco, que sí se enteraba, y quiso arreglarlo de algún modo? Y sobre todo ¿por qué no me di cuenta yo de esto hace años?

Por eso es tan importante Arena: lo es cuando está, y también cuando no está.

Un detalle al final. En la reseña de Zona Negativa a la reedición de Cisma, dicen que el combate con el Centinela chapucero es en… Egipto. Esos países ©.

Ara Ferrero
Ara Ferrero

Written by Ara Ferrero

Escribo sobre mujeres musulmanas y ficción, mayormente.

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